Martes
23/06/2020
Buen día, hoy quiero compartir con ustedes varias cosas; la primera que en la página del Bicentenario 1820-2020 están publicados los trabajos que hicieron en homenaje a Belgrano, debajo del acto de 4º grado que el sábado les pedí que visualizaran; la segunda que ayer Aluhé me envío un mail contándome que ya está trabajando nuevamente (recuerden que se rompió su celular), Bienvenida otra vez a nuestras clases virtuales Alu!!!; la tercera que ayer también Maxi (otro que se le rompió su celular) me envío mail y también está trabajando aunque Maxi estuvo poco tiempo sin trabajar, Bienvenido otra vez Maxi!!!; la última que el Profe Darío aparece por aquí publicando sus actividades (para aquellos que pidieron porque no retiran canasta y por tanto las fotocopias que él les dejaba ) y queremos decirle que lo extrañabamos mucho, Gracias Profe y Bienvenido.
6º Grado
Prácticas del Lenguaje/ Cs. Sociales
“Muchas mujeres tuvieron parte activa en las luchas por
la independencia, Juana Azurduy, Micaela Bastidas Puyucahua, Gertrudis Medeiros,
Juana Moro, Martina Silva de Gurruchaga, María Magdalena Dámasa Güemes de
Tejada. Vamos a conocer a algunas de ellas, destacar su coraje, sus
valores y los de la causa que defendían”
“Macacha” Güemes, Juana
Azurduy y María Remedios del Valle nos cuentan cómo fueron sus vidas, por qué
lucharon, cómo y con quién lo hicieron. En los tres casos, aparece un vínculo
con Manuel Belgrano quien las reconoció como lideresas políticas y militares.
Con las tres, trabajó codo a codo por la independencia de la Patria.
Aclaración:
los relatos son ficcionales, no son ellas, pero fueron construidos como recursos
didácticos con hechos reales, o sea, todo lo que cuentan es verdadero, solo que
no son las voces de nuestras patriotas.
Leemos los relatos, los
escuchamos o las dos cosas: escuchar mientras leemos, como ustedes prefieran.
Audio I:
MARÍA REMEDIOS DEL VALLE
Me llamo María Remedios del Valle. Nací en
el Virreinato del Perú, en 1766. Para ser más exacta en Buenos Aires, que en
esa época todavía no era capital ni una ciudad muy importante. Por mi cuerpo
corre sangre africana.
Mis primeras luchas comenzaron hace
mucho tiempo, cuando los ingleses invadieron esta tierra, allá por 1806. Yo
asistí al Tercio de Andaluces que defendió la ciudad en la zona de Barracas y
mi marido se sumó al Batallón de las Castas, un grupo de voluntarios indios,
pardos y morenos que participaron en la lucha contra el invasor. Allí empezó
la historia.
Mi vida no fue fácil. A pesar de
haber sido capitana del ejército, aquí estoy, con 61 años, una anciana,
ganándome la vida vendiendo pasteles en la Plaza de la Recova o pidiendo
algunita moneda para comer. Más de una vez tuve que buscar algún mendrugo,
esos pedazos de pan duro que otros abandonan después de comer. Cuando los
curiosos me preguntan por qué llevo cicatrices en la cara, les respondo: fui
capitana del Ejército. Combatí valientemente contra los realistas. Luché por
la patria junto a Manuel Belgrano. Comencé asistiendo enfermos y ayudando con
las comidas para el ejército, pero pronto, me sumé en los combates aun cuando
mi comandante pensaba que no era capaz de empuñar la espada. Junto al pueblo
de Jujuy participé en el éxodo y luego en la Batalla de Tucumán. Me sentí
feliz cuando escuché que entre los soldados me llamaban “la madre de la
Patria”. Dicen que fue Lamadrid quien primero lo dijo. Belgrano me reconoció
como soldada y me nombró Capitana. Una mujer, negra, capitana del ejército:
no fue poco.
Sufrí, es verdad. En la Guerra perdí
a mi marido y a mis dos hijos. Caí prisionera en 1813, después del desastre
de la Batalla de Ayohuma. Lejos de rendirme, ayudé a algunos compatriotas a
escapar de manos enemigas. ¡Cuánto dolor al recordar los 9 días de maltrato
que recibí por esa osadía! Pero me mantuve firme, con la cabeza en alto.
Logré escaparme y volver a luchar junto a Martín Miguel de Güemes y junto a
su hermana, claro, Macacha. Sufrí, es
verdad. Y no me arrepiento. Pero tengo la certeza que fui parte de una
historia que será contada y recordada y que a pesar de que hoy no sepan quién
soy, en el futuro reconocerán que ayude a que nuestra Patria naciera.
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Audio II
“MACACHA” GÜEMES
Estoy por cumplir 78 años. ¿Quién
hubiera dicho que, con la vida que llevé, iba llegar a esta edad? Las luchas
a las que sobreviví, las pelas que protagonicé. María Magdalena Dámasa Güemes de Tejada.
Así figura en el libro parroquial donde se registró mi bautismo. Pero, desde
chiquita, mi familia me llamó simplemente Macacha. Éramos una familia acomodada, de aquellas
que no temen por su bienestar y están seguras que sus hijos tendrán un buen
pasar. Puro linaje: mi mamá era descendiente de los conquistadores y mi papá
funcionario de la corona. Aprendí a leer con tan solo 5 años, algo poco
frecuente para la época y menos aún para las mujeres. ¡Qué linda infancia
tuve! Junto a mi hermano Martín Miguel nos la pasábamos de paseo en paseo por
nuestra querida Salta, de aventura en aventura. Fuimos siempre inseparables.
Cuando crecimos, además del amor de hermanos, nos unió el amor a una causa: la
lucha por la independencia de la Patria. En cuanto nos enteramos en 1810 que
en Buenos Aires se había formado una Junta, nos pusimos a disposición. Llegó
desde allí un gran Ejército, pero que no conocía estas tierras ni a su gente.
Por eso organizamos a los gauchos. No iban a integrarse al ejército bajo el
mando porteño, pero, bajo la conducción de mi hermano, los “infernales” como
comenzaron a llamarlos, fueron una pieza fundamental en la guerra contra los
realistas. ¡Qué años aquellos! Años de guerras, batallas, conspiraciones… Más
de 13 años de guerra. En la lucha, me
encargué principalmente, de organizar una red de espías. Había mujeres en
todas las casas importantes de la época que me reportaban y me contaban lo
que ocurría. En todo el norte, no solo en la ciudad de Salta. Había que saber
en quién confiar y en quién no. Todas
las noches repasaba la información obtenida y actualizaba el mapa de aliados
y enemigos. Planificaba con quién debía hablar, qué pedirles para la causa y
a quién había que convencer. Ese fue mi rol. Logramos importantes victorias:
en 1815 Martín fue nombrado gobernador. Y por voluntad del pueblo. Los
conflictos no eran pocos. No solo había que luchar contra los realistas sino
también con algunos de los porteños que se sentían amenazados por ver al
pueblo en armas. Dicen que tenían miedo que Martín fuera un nuevo Artigas.
Una de las negociaciones más difíciles que me tocó llevar adelante fue con
Rondeau, que no quería saber nada con devolvernos los 500 fusiles que nos
habían quitado. Pero hablamos con San Martín quien fue clave para obtener el
apoyo de Pueyrredón, evitar la ruptura con Buenos Aires y convocar el
Congreso que finalmente declararía la independencia de las provincias unidas
del Sur, en 1816. No todas fueron
victorias, claro. Caí presa junto a algunos amigos, mi marido y hasta mi
madre. Recuerdo la felicidad que sentí cuando me enteré que las mujeres
salteñas se levantaron para pedir nuestra libertad. Ellas, junto a las
milicias de los gauchos, lo consiguieron. Pero, sin dudas, el día más triste
de mi vida fue aquel 7 de junio, de 1821, cuando los realistas entraron a mi
casa e hirieron a mi hermano. Murió 10 días después. Continué luchando. La política fue, desde
muy chica, mi pasión. No dudé apoyar al Partido Federal cuando el conflicto
se desató entre nosotros. 78 años, más
de lo que había imaginado. Todavía me parece escuchar los gritos del gauchaje
y de las mujeres de aquel día de septiembre del 22 me salvaron, permitiéndome
vivir hasta el día de hoy.
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JUANA AZURDUY
¿Es cierto lo que viví? ¿O es la
edad que me está jugando una mala pasada? ¿Se acaba de ir Simón Bolívar? ¿El
Libertador? “Esta república, en lugar
de hacer referencia a mi apellido, debería llevar el de los Padilla”, me
dijo. Mi apellido es Azurduy. Mi
nombre Juana. Pero muchos me conocen por el apellido de mi marido, Manuel
Asencio Padilla. Éramos “los Padilla”. Esposos, amigos, amantes, pero
también, compañeros de lucha política y compañeros de armas. Me casé con
Manuel en 1805, a los 25 años. Para ese entonces, ya había atravesado
momentos difíciles. Quedé huérfana muy pequeña. Pero el legado de mis padres
siempre me acompañó. Mi madre me había enseñado a hablar quechua y luego aprendería
aymara. Me enviaron al Convento de Santa Teresa de donde me expulsaron. A los
diecisiete años me reencontré con Manuel, mi amigo de la infancia. Él
estudiaba derecho. En nuestra casa de Chuquisaca recibíamos hombres y mujeres
interesados en las ideas que estaban revolucionando al mundo. Allí
discutíamos las noticias que llegaban desde España. En aquella casa decidimos
sumarnos a la revolución frustrada de 1809. La Junta de gobierno que
apoyamos, duró muy poco. Manuel debió esconderse por un tiempo, porque estaba
entre los buscados por Francisco de Paula Sanz, el gobernador de Potosí. Pero
la historia nos dio una nueva oportunidad. El 14 de septiembre de 1810 en la
ciudad de Cochabamba estalló la Revolución, en apoyo a lo ocurrido en Buenos
Aires unos meses antes y, allí, todo el norte se levantó en armas. Con
Manuel, nos pusimos al frente de la lucha en nuestra región. Después del
desastre de la Batalla de Huaqui, perdimos todo: nuestras tierras y nuestra
casa cayeron en poder de los realistas. Esto no fue lo peor. Caí presa, pero
mi esposo me rescató. Qué vueltas tiene la vida. Poco tiempo después, sería
yo quien lo rescatara, en 1817, pero lamentablemente, a su cuerpo sin vida.
No podíamos vencer a los realistas en el campo de batalla. Sus fuerzas eran
mucho mayores. Con gran sabiduría Belgrano y luego San Martín, pensaron que
la mejor estrategia era frenar al enemigo con ataques rápidos y continuos.
Por mi buen vínculo con los pueblos indígenas, logré sellar un pacto con Juan
Huallparrimachi y formar el cuerpo de Los Húsares que luchó con este
fin. La guerra, aun aquella que se
hace por una guerra justa, destruye las vidas. Perdí en el campo de batalla a
mis 4 hijos y a mi marido. También, en el medio de la guerra, llegó una nueva
vida: Manuela, que vivió gracias a la ayuda de las mujeres indígenas que la
cuidaron mientras yo continuaba batallando.
¿Un día glorioso? El 3 de marzo de 1816 cuando vencí a José Santos de
la Hera en El Villar. Belgrano me honró con el rango de Teniente Coronel. La
guerra continuó. Luché con Güemes también. Finalmente, con Sucre dimos las
últimas batallas. Hemos triunfado. ¿Hemos triunfado? La guerra finalmente terminó. Me visitó
Bolívar, sí. El Libertador. Somos independientes por fin. Pero las provincias
del Sur ya no existen.
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1) ¿Qué situaciones
parecidas debieron enfrentar estas tres mujeres?
2) ¿Qué valores tenían?
3) ¿Qué les parece que era
la Patria para cada una de ellas?
4) Vamos a pensar qué
mujeres hoy, luchan por esos mismos valores, los de tener una sociedad más
justa, donde los derechos humanos sean respetados, donde la igualdad sea un
hecho.
¿Qué mujeres conocen que
luchen por alguna causa justa?
Piensen en aquellas mujeres
de su familia, de su escuela, su barrio, su comunidad, que hoy están luchando y
elijan una. Aquellas mujeres que trabajan para que en los barrios haya un plato
de comida en las mesas, las que atienden en los hospitales, las científicas que
están investigando a partir de la pandemia para encontrar avances que colaboren
con su lucha, mujeres policía, mujeres del Ejército. Cada una de ellas también
están en “sus campos de batalla” construyendo y consolidando día a día una
Nación más justa y más soberana. Puede ser una mujer con la que tengan alguna cercanía o una que quieran investigar.
Realicen un video de la
mujer elegida con imágenes y audio (puede ser una canción) contando por qué la
eligieron, qué es lo que hace, por qué les parece importante lo que hacen, todo lo que quieran contar de ella. Armaremos nuestro “Álbum de mujeres que luchan” (Sólo este punto 4 es para
entregar el viernes 26, por eso acá termina la actividad de hoy, para que comiencen a realizar el video)
Docx word
INGLÉS – PROFE DARÍO
HOLA, CÓMO ESTÁN?
VAMOS A RETOMAR CONTACTO, ESTA VEZ POR ESTA VÍA. EDMODO (ALGUNOS LO
LLEVARÁN IMPRESO). VOY FAMILIARIZÁNDOME
Y A MEDIDA QUE APRENDA, LES IRÉ ENVIANDO MATERIAL POR ACÁ.
EN ESTA OCASIÓN, VAMOS A ARRANCAR CON LAS RUTINAS.
¿RECUERDAN? SON LAS
ACCIONES HABITUALES, Y CUANDO LAS CONTAMOS UTILIZAMOS EL PRESENTE SIMPLE
(PRESENT SIMPLE). ESTE TIEMPO VERBAL
TAMBIÉN LO USAMOS PARA DECIR VERDADES (O COSAS QUE SE DICEN COMO VERDADES
AUNQUE SEAN MENTIRA), PARA NARRACIONES (ESTE USO ES EL MENOS COMÚN, AUNQUE SE
USA) Y ESTADOS GENERALES. (QUE ENTRARÍA EN EL RUBRO “VERDADES”).
LES VOY A DEJAR UNA TAREA PARA ARRANCAR QUE ES BASTANTE
BÁSICA SOBRE EL TEMA. HACE MUCHO QUE NO
EJERCITAN INGLÉS, ASÍ QUE NO SE VUELVAN LOCOS SI NO SALE, O SI LES REPRESENTA
MUCHA DIFICULTAD. ES PROBABLE QUE LES
SUCEDA. SI TIENEN DUDAS, PREGUNTAN. SI NO SALE, PREGUNTAN. SI NO TIENEN LA MENOR IDEA DE CÓMO HACERLO,
PREGUNTAN. SÉ QUE HAY DISTINTOS NIVELES,
E IREMOS INTENTANDO ADAPTARNOS A LOS SUBGRUPOS QUE PUEDA HABER. Y SI TIENEN SÓLO GANAS DE SALUDAR,
SALUDAN. DÍGANME QUE ME EXTRAÑARON
AUNQUE SEA MENTIRA, ASÍ ALIMENTO MI EGO.
BESOS Y ABRAZOS VIRTUALES PARA TODOS.
Para contactarse con el profe:
Para contactarse con el profe:
dario.yacante@bue.edu.ar
Aquí el word del profe:
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